lunes, 2 de enero de 2012

¿Reconstruir el Polo o correr detrás de Petro?

* La crisis derivada de los problemas ocurridos con la Administración de Bogotá ha golpeado seriamente al Polo Democrático Alternativo, pero si hay responsabilidad política y autocrítica entre sus dirigentes ella debe ser aprovechada para encauzar la colectividad por el camino de la organización de millones de colombianos hoy sin banderas y sin líderes. 


* Además, urge la definición de si el Polo es un partido o un frente y optar por su carácter socialista, y no sólo democrático en abstracto..
 

Por Luis Alfonso Mena S. (*)

Luego de las elecciones del 30 de octubre se oyeron cantos de sirena. En 2010, cuando la ola verde inundó los computadores, muchos corrieron a treparse en ella considerando que Antanas Mockus era el adalid del cambio y de la moral pública. Muy pronto la ola se deshizo en medio de los bandazos de la naciente colectividad y los nuevos adherentes quedaron flotando en un mar de incertidumbres.

Este año, con el triunfo de Gustavo Petro en Bogotá, apoyado por 200.000 votos menos de los que obtuvo a la Alcaldía el Polo Democrático en 2007, ocurrió algo parecido: para muchos el nuevo adalid del cambio y la moral es el ex senador y ya armaron maletas a la espera de que el bus de “Progresistas” asome por las esquinas de los departamentos del país para correr a subirse en él.

El de Petro es un movimiento típicamente caudillista, surgido en torno de la figura de una persona con criterio de la oportunidad, que sabe leer los momentos políticos, palpar “el humor” del electorado (como dice el politólogo uruguayo Luis Costa Bonino), es decir, identificar lo que percibe un sector importante de la ciudadanía en determinada coyuntura y obrar en consecuencia.

El ex senador hizo denuncias clave contra el paramilitarismo en el Gobierno de Álvaro Uribe, pero se quedó a mitad de camino cuando propuso perdón para los involucrados, un planteamiento que no es ajeno a muchos postulados suyos, orientados a una conciliación con el Establecimiento que le abra espacios en sectores del mismo, pues su gran objetivo es la Presidencia de la República, y necesita su respaldo o su neutralización.
En ese propósito tiene identidades con el actual vicepresidente de la República, Angelino Garzón. Hace parte con él y con otro Garzón, Luis Eduardo, de un grupo de ex dirigentes formados en la izquierda que derivaron en posiciones liberales y megalómanas, y a quienes, por encima de los aportes que en tiempos pretéritos hicieron al movimiento obrero y social, les interesa ahora el poder personal, así ello implique, de nuevo, la fragmentación de la izquierda.

Ya había ocurrido en la campaña para la Presidencia, en el primer semestre de 2010. En la mayor parte de la misma, Gustavo Petro trató de levantar banderas ambivalentes para congraciarse con sectores del uribismo, como denostar del Gobierno de la hermana República de Venezuela, de la revolución bolivariana, y hablar de seguridad en términos parecidos a los de Uribe.

Sin embargo, tan pronto su tacto político captó que se estaba quedando sin el respaldo de la izquierda dentro del Polo, giró y, ya en las postrimerías de la campaña, poco antes del 30 de mayo de 2010, decidió reivindicar posiciones de la izquierda, como la solución negociada del conflicto armado en Colombia, con el propósito de no aislarse. Fruto de ello, en medida importante, fue el millón 329.000 votos alcanzados en la primera vuelta presidencial.

Empero, tan pronto terminó el debate, volvió contra las posiciones de izquierda y buscó la Presidencia del Polo, para lo cual quiso tener el respaldo de uno de los sectores de lo que se podría considerar el centro-derecha de la colectividad, la Anapo de los hermanos Moreno Rojas, apoyo que finalmente no obtuvo.

Y corrió a reunirse, desconociendo las orientaciones del partido al que aún pertenecía, con quien había sido 48 horas atrás su contrincante, el presidente Juan Manuel Santos. Curiosamente la fotografía de ese encuentro retrató de cuerpo entero el derrotero que se había trazado Petro: romper por dentro al Polo y reiniciar su camino hacia el centro difuso del espectro político nacional en el que se han situado tantas tercerías en la historia política del país.

Los errores de la Dirección del Polo

Petro se anticipó a una decisión política que la Dirección Nacional del Polo Democrático debió tomar a tiempo: se distanció de los hermanos Samuel e Iván Moreno, involucrados en el denominado carrusel de la contratación en Bogotá, y no dio largas a la espera del inicio del proceso penal, cuando saltaban por todos lados no sólo la inconformidad ciudadana por el estancamiento de las obras iniciadas por la Alcaldía de Moreno, sino la razón de tal estancamiento: la corrupción de contratistas y agentes del Gobierno Distrital, ligados a los pulpos usufructuarios de los negocios nacionales con el Estado.

(Los Nule son una especie de negociantes vividores generalizada en los gobiernos de Uribe y posibilitada por la legislación que el capitalismo neoliberal estableció hace rato en Colombia y que facilita la cooptación del Estado por parte de contratistas particulares de las obras públicas.)

La Dirección del Polo Democrático se equivocó al no separar a tiempo a los hermanos Moreno y denunciar lo que su comportamiento significaba, y debe asumir el grado de responsabilidad que le compete en los resultados del 30 de octubre y en la crisis actual, más aún si se tiene en cuenta que el problema estuvo en el inicio mismo del mandato de Samuel Moreno, quien gobernó con todos los partidos del uribismo, a los que les entregó los principales cargos de su gabinete.

En aras de reivindicar la gestión social realizada principalmente en materia de educación durante los dos períodos de alcaldes del Polo Democrático, la colectividad se echó encima toda la culpa. Al final, los partidos de la derecha con los que gobernó Moreno le hicieron el quite a su responsabilidad en los fenómenos de corrupción en Bogotá y el Polo terminó crucificado.

La población cobró los errores políticos y se fue tras de Petro. La votación del Polo en Bogotá hace cuatro años se trasladó hacia él, alcanzó 721.000 sufragios frente a 915.000 a favor del Polo en aquel año, y dejó al candidato oficial de la colectividad, Aurelio Suárez, con menos de 50.000 votos disciplinados.

Mientras tanto, los partidos de la derecha y el centro (U-Verde y Cambio Radical) lograron guarismos superiores a los 500.000 y los 300.000 votos, respectivamente, a pesar de la participación de agentes suyos en la corrupción, y con su división facilitaron el triunfo de Petro.

Tras la suspensión de Moreno por parte de la Procuraduría, la alcaldía de Clara López con miembros del Polo en el segundo semestre de 2011 ha demostrado que la colectividad sí podía desarrollar un mandato eficaz y transparente. Pero ello ocurrió tarde, cuando el daño de los hermanos Moreno ya estaba hecho.

El fenómeno de Bogotá es aún más preocupante por su reflejo en el resto del país. El bombardeo mediático, la exclusión del aspirante del Polo de las encuestas y el favoritismo de sectores del Establecimiento por el disidente (el cual llegó hasta el apoyo de conocidos pulpos empresariales a su candidatura) terminaron por horadar la confianza del electorado en los candidatos del Polo en otras regiones del país.

Los asuntos clave

El reto ahora es la reconstrucción organizativa y política del Polo para lograr la superación de la crisis, tarea en la cual la realización de la Conferencia Ideológica Nacional, entre el 25 y el 26 de febrero, es de una gran importancia.

Varios asuntos resultan clave para esa conferencia y para el Congreso de la colectividad que se realizará poco después: en primer lugar, la reformulación de su carácter organizativo, pues en realidad el Polo Democrático no es un partido propiamente dicho sino un frente de diferentes partidos y movimientos.

Esta falta de definición orgánica no es cuestión de poca monta, pues incide de manera notable en la falta de unidad política: cada partido mantiene sus posturas bajo el argumento de la libertad de tendencias, que en la práctica deriva en la anarquía y la competencia de grupos y liderazgos de toda índole.

En segundo lugar, y consecuencialmente, urge la definición ideológica del Polo como un partido socialista, que no se limite a luchar por un país con justicia social, sino que se plantee un cambio radical en las estructuras de la sociedad, se proponga la socialización de las líneas fundamentales de la economía y el ejercicio del poder popular.

En Cali y el Valle

En el plano local, son significativos los 85.000 votos a la Alcaldía de Cali alcanzados con María Isabel Urrutia, candidatura que debió afrontar las dificultades propias de la manguala de la mayoría de los partidos del Establecimiento que se la jugaron con Rodrigo Guerrero.

En Cali el Polo se sobrepuso a la afectación nacional, pero su votación para el Concejo de la ciudad sólo logró una curul.

La capital del Valle se apresta a estar regentada por un gobierno de tecnócratas procedentes de universidades de élite, con los que Guerrero dará continuidad a aspiraciones de mando directo de la vieja aristocracia caleña, culpable de la fragmentación social que padece la ciudad.

En el ámbito departamental se avizora un mandato de clara orientación clientelista, en el que primarán los compromisos asumidos por Héctor Fabio Useche con los grupos que lo apoyaron y representan una forma de hacer política nada halagüeña para los intereses colectivos de la región.

Como única fuerza política de oposición en los dos ámbitos, y también en el nacional, el Polo tiene el compromiso de saber asumir, a través de sus cuadros y sus bases, el liderazgo político y social, y, en ese camino, superar la crisis que lo afecta.

Los cantos de sirena, tanto desde la derecha, representada en la amalgama de partidos reunidos en la Unidad Nacional, como desde el centro, agrupado en torno de Gustavo Petro, no son la vía.

La crisis derivada de los problemas ocurridos con la Administración de Bogotá ha golpeado seriamente al Polo Democrático, pero si hay responsabilidad política y autocrítica entre sus dirigentes ella debe ser aprovechada para encauzar la colectividad por el camino de la organización de millones de colombianos hoy sin banderas y sin líderes y convertirse en su verdadera alternativa.



(*) Director de la revista virtual ¡Periodismo Libre! y del periódico Paréntesis.

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